martes, 21 de mayo de 2013

Afrocolombianidad


Día de afrocolombianidad a 162 años de la abolición de la esclavitud









El presidente Juan Manuel santos encabezará los actos de celebración hoy de los 162 años de la abolición de la esclavitud y que por virtud de la ley 725 de 2001 estableció que el 21 de mayo de cada año sería el día de la afrocolombianidad.

Entre la programación diseñada para hoy en diversas regiones del país, se destaca el “Afro, colombianidad, paz y posconflicto” que se realizará en la Biblioteca Nacional en Bogotá, bajo la organización del Programa Presidencial Afro. 

La programación del evento incluye:

La instalación que será sobre las 8:00 de la mañana a cargo del Vicepresidente de la República, Angelino Garzón; seguido por la conferencia inaugural que estará a cargo de Dr Ernesto Samper Pizano, expresidente de la República. La jornada contará con la intervención de diferentes líderes de la población Afrocolombiana, víctimas del conflicto armado en el país, representantes de organizaciones étnicas, Congreso de la República, organismos de control, comunidad internacional, entidades territoriales, sector académico y líderes políticos y de opinión; entre los que se encuentran la Dra Piedad Córdoba, Dr Antonio Navarro Wolf, Dr León Valencia, Dr Horacio Serpa, Dr Zulia Mena, Alcaldesa de Quibdó, quienes de una u otra forma rendirán homenaje a la población afrocolombiana. 

La conferencia de cierre estará liderada por el Senador Juan Fernando Cristo y será clausurada por el señor presidente de la República, Dr Juan Manuel Santos Calderón.

Este evento organizado por el Programa Presidencial con el apoyo del Programa para Afrodescendientes e Indígenas de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, se hace presente este mes en esta conmemoración tan importante en beneficio de la población Afrocolombiana, Negra, Palenquera y Raizal.

Esclavitud


"La esclavitud es un trauma fundacional"

Se abre paso el debate sobre reparación a las comunidades negras, así como estudios sobre los esclavizados y sus descendientes en la construcción de la nación. Entrevista con el historiador Alfonso Múnera.

                                                
Incluso en un país desmemoriado, sorprende el silencio sepulcral sobre una de las experiencias fundacionales de la sociedad colombiana: la esclavización de decenas de miles de seres humanos traídos forzosamente, como mercancía, desde la costa occidental de África.
Aparte de un puñado de láminas en textos escolares olvidados, son escasos los rastros en la conciencia colectiva del origen de al menos cinco millones de ciudadanos que se reconocen como afrodescendientes, o del lugar central de Cartagena en el despegue del comercio transatlántico. El mismo que llevó a la deportación forzada de 12,5 millones de africanos a las Américas a lo largo de 366 años y que constituye “uno de los crímenes contra la humanidad más grandes de la historia”, como concluyó recientemente el historiador David Brion.
El resultado no es sólo la falta de datos históricos básicos. Es también la ausencia de una discusión abierta sobre los efectos actuales del legado de la esclavitud. Afortunadamente, la situación parece estar cambiando. Los estudios internacionales ofrecen un panorama más completo, como el de la base mundial de datos sobre el tema que llevó a la publicación reciente del Atlas del comercio esclavista trasatlántico (slavevoyages.org).
La ONU declaró el 25 de marzo como el Día Mundial de las Víctimas de la Esclavización. En Colombia comienza el debate que se ha dado en otros países sobre reparaciones a los afrodescendientes, como lo muestra el importante trabajo dirigido por Claudia Mosquera y Luiz Barcelos (Afrorreparaciones), que se suma a un número creciente de estudios sobre la historia afrocolombiana. Destacan los de Alfonso Múnera, historiador y vicerrector de la Universidad de Cartagena. Sus libros Fronteras imaginadas y El fracaso de la nación son reconocidos estudios pioneros sobre  los esclavizados y sus descendientes en la construcción de la nación.
César Rodríguez G. : ¿Para qué hablar sobre la esclavitud hoy?
Alfonso Múnera: En todas partes hay quienes dicen que mirar el pasado  es una manera de obstaculizar el progreso. Recuerdo la respuesta del filósofo Jürgen Habermas en el debate alemán sobre la herencia del fascismo hitleriano. Él decía que esos momentos terriblemente traumáticos que marcan la historia de un pueblo no se pueden superar simplemente olvidándolos. En la nuestra, la esclavitud es uno de esos traumas fundacionales. Hay que valorar y difundir las circunstancias y las experiencias históricas, porque sólo en la medida en que ciertas verdades se vuelven colectivas, logramos, ahí sí, empezar a superar esos traumas.
El trauma fundacional de la esclavitud sigue pesando de manera aplastante sobre miles y miles de seres humanos, a quienes redujo a una condición de inferioridad, les negó posibilidades y los puso en circunstancias de enorme desventaja. Hay que partir de ese reconocimiento porque ese trauma está detrás de la marginalidad, la exclusión y la miseria de la gran mayoría de los afrocolombianos.
C.R.G.: ¿Qué efectos tiene hoy la herencia de la esclavitud?
A.M.: Haber tenido esclavitud durante más de tres siglos generó un modo de sentir, un modo de pensar, de imaginarse las relaciones entre los seres humanos, unos valores, unos sistemas de jerarquía. La herencia que nos dejó fue ese sentimiento y esa racionalización hacia los esclavos y su descendencia, que estaba signada por el hecho de considerarlos seres inferiores. Creo que todavía cargamos con ese terrible lastre.
Pero también la migración forzosa, inhumana, de cientos de miles de personas que llegaron a nuestras costas, ha sido una influencia decisiva en otros aspectos profundamente positivos. Nadie podría negar que la cultura colombiana está marcada por esa riqueza de la diversidad, en la cual el aporte de los africanos y sus descendientes ha sido definitivo. No me refiero sólo a la música y la danza. Me refiero a otras cosas igualmente profundas y que han ejercido una influencia muy benéfica: las cosmovisiones de los africanos, su modo peculiar de entender las relaciones humanas, todo ese equipaje cultural que difundieron.
C.R.G.: ¿Qué significa la esclavización en la historia colombiana?
A.M.: Significó la vigencia de un sistema de trabajo, de unas relaciones de vida y de una cultura que dominó la vida colonial y se extendió hasta mediados del siglo XIX.
A veces se olvida la verdad elemental de que la economía colonial se sostuvo básicamente sobre los hombros del trabajo de los esclavos. No sólo la minería del oro y de la plata, que fueron la base de esa economía, sino también las grandes haciendas, tanto azucareras como ganaderas, o el transporte de la vía principal, que era el Magdalena. La esclavitud no fue una cosa accidental ni menor; estuvo en el centro mismo de la vida de los colombianos de aquel entonces.
C.R.G.: ¿Hay alguna relación entre el olvido colectivo sobre la esclavitud y la opinión de que en Colombia no hay racismo?
A.M.: Siempre ha habido debate sobre qué fue prime ro, si la esclavitud o el racismo. Creo que hoy tenemos claro que el racismo es una consecuencia de la esclavitud, una de las más perversas. Lo que pasa es que en Colombia se construyó exitosamente una ideología, unos imaginarios que pretendían convencernos de que el proyecto del mestizaje había creado la base sólida de la nación. Detrás de eso se ocultaban las prácticas discriminatorias y profundamente racistas contra negros e indígenas. Así se creó una especie de sentido común, según el cual no había existido racismo en Colombia, o tuvimos un racismo más benévolo, como si hubiera racismos más benévolos que otros. Por eso, cuando se plantea el tema del racismo, y cuando se proponen acciones afirmativas y reparativas de esa experiencia perversa de la esclavitud, surge la crítica de que lo que estamos haciendo es imitar la experiencia de países como EE.UU.
C.R.G.: ¿Faltan  planes de acceso de  los afrocolombianos al sistema educativo y otros espacios?
A.M.: En el debate sobre las acciones afirmativas falta una comprensión de cómo funcionan ciertos fenómenos históricos. El daño de la esclavitud no concluyó con la ley de la abolición de 1851. Esa sería una manera de interpretar la historia bastante mecánica y, de hecho, ahistórica. Con la ley no desaparecieron los efectos de la esclavitud. Además, el Estado no hizo casi nada para que los sectores que la habían padecido lograran procesos rápidos de inclusión y de progreso en la Colombia de los siglos XIX y XX.
Ante eso, algunos replican que ha habido negros que han logrado estudiar y que cuando la gente se esfuerza, progresa. Pero ese es un argumento falaz, porque convierte la excepción en la regla. Lo que demuestra el hecho de que muy pocos lo hayan logrado, es precisamente que han existido unas estructuras que han impedido que muchos más pudieran hacerlo. Esas estructuras son heredadas de la esclavización, y no cambiaron con la República o la ley que abolió la esclavitud, sino que siguieron vigentes y consolidando las circunstancias desfavorables en que siguen viviendo estas comunidades.
C.R.G.: ¿Qué le dice la herencia cultural africana a la realidad colombiana de hoy?
A.M.: Hay un bello artículo de Manuel Zapata Olivella, en el que decía algo para reflexionar en esta época de recrudecimiento de la criminalidad en Colombia: que los pueblos africanos, traídos a América como esclavos, trajeron consigo una cosmovisión de profunda armonía del ser humano con la naturaleza, con los demás seres humanos y con los muertos.
Es la cosmovisión evidente en los valores comunitarios de lugares como Palenque, o muchas comunidades del Pacífico. O como en la Cartagena que yo conocía, donde el crimen violento era excepcional. Eso se ha ido perdiendo y habría que recuperarlo.
Otro ejemplo es el baile, que se ha folclorizado hasta el extremo, pero que tiene un papel fundamental en la construcción de las relaciones humanas, en el desarrollo de lo que alguien llamaba “la inteligencia del cuerpo”. También la música y la gastronomía colombianas, a las que tantas contribuciones han hecho los africanos. En fin: tantas cosas que están allí, esperando ser desentrañadas y recuperadas.
 *Coordinador del Observatorio de Discriminación Racial (www.odracial.org).
Mayo 21, Día de la Afrocolombianidad
Como cada año, el próximo 21 de mayo se celebrará el Día de la Afrocolombianidad con eventos alrededor del país. Pero poco se sabe sobre el significado histórico de esa fecha. La razón de la conmemoración es el aniversario de la abolición de la esclavitud, ordenada por la Ley 2 del 21 de mayo de 1851.
Con ocasión del aniversario 160 de aquel hito histórico, la esclavitud y su legado son los temas de esta entrega de la serie “2011: Año Afro” de El Espectador y el Observatorio de Discriminación Racial, conformado por Dejusticia, el Proceso de Comunidades Negras y el Programa de Justicia Global y Derechos Humanos de la Universidad de los Andes.
Las cifras de la esclavitud
Según Alfonso Múnera, “los estudios sobre la esclavitud en Colombia están apenas comenzando”. Por eso, las cifras son incompletas y sólo permiten vislumbrar la magnitud del fenómeno. Se sabe que el primer barco del comercio esclavista que atracó en Cartagena fue el español Santa María de Guía, que en 1549 llegó al puerto con los 166 sobrevivientes de un grupo inicial de 224 africanos sometidos a la tortura del viaje transatlántico.
Enriqueta Vila calculó que, entre 1595 y 1640, los comerciantes portugueses trajeron forzosamente a Cartagena entre 125.000 y 150.00 esclavos. Algunos permanecían en el actual territorio colombiano, mientras otros continuaban el viaje para ser vendidos en Perú. De acuerdo con Germán Colmenares, cerca de 925.000 personas fueron traídas como esclavos a Hispanoamérica entre 1521 y 1807.

Elite

                            



Dentro de una misma sociedad pueden existir distintas élites,dependiendo de los intereses particulares de cada una de ellas. La existencia de estas élites en plural se relaciona con la creciente diferenciación de la sociedad. En la medida que distintos campos sociales se van haciendo cada vez más autónomos (arte, economía, ciencia, política, etc.), van emergiendo élites sectoriales que defienden sus propios puntos de vista. Desde este ángulo, uno de los problemas centrales de las sociedades modernas es la integración horizontal, es decir, el mantenimiento de relaciones medianamente armónicas entre distintas élites sectoriales. Por otra parte, también presentan el desafío de la integración vertical, esto es, el establecimiento de un contacto fluido con el común de la población.

En la historia del pensamiento social este tema ha sido estudiado desde la antigüedad, a partir de conceptos de sabiduría y virtud. No obstante, es hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX cuando la noción de élite cobra gran relevancia. La aparición del término élite en el francés está íntimamente relacionado con los ideales republicanos, en tanto el concepto simboliza la demanda de que quienes ejercen el poder deben ser escogidos "por sus virtudes y sus méritos" y no por su origen familiar.

En términos analíticos, los padres de una Teoría de élites son Caetano Mosca y Vilfredo Pareto, aún cuando algunos también consideran la relevancia fundacional de Robert Michels, sobre todo por su ley sobre la creciente oligarquización de los partidos políticos en particular y de las organizaciones sociales en general. Otro autor de gran relevancia es Wright Mills, que acuñó el concepto "élite de poder", que hace referencia al núcleo de poder que en Estados Unidos se produce entre las élites económicas, políticas y militares. José Ortega y Gasset reflexionó sobre la relación entre élites y masas en La rebelión de las masas (1930).

Desde el punto de vista del conservadurismo, y en general de las ideologías políticas escoradas a la derecha, existe cierto consenso en que las élites son necesarias en la sociedad y que sería más bien quimérico pensar en su inexistencia. De hecho, con la caída del socialismo soviético, las élites vuelven lentamente a ocupar un lugar central en la teoría social. Lo propio de una teoría de élites es el acento del conflicto entre distintas élites, así como también la imputación de responsabilidad por el decurso que va adoptando la sociedad y, por último, el énfasis en la agencia antes que en la estructura. De hecho, las élites pueden ser concebidas como actores claves para posibilitar o impedir el cambio de una sociedad.

Pluralismo









Es la diferencia de ideas y posturas respecto de algún tema, o de la vida misma. La pluralidad enriquece en la medida en la que hay más elementos para formar una cultura. La pluralidad cultural nos permite adoptar costumbres y tradiciones de otros pueblos, y hacerlos nuestros. Sin embargo cuando la pluralidad entra en el terreno de las convicciones políticas, sociales y religiosas las cosas se ponen difíciles

lunes, 20 de mayo de 2013

Escuela de Frankfurt




La Escuela de Frankfurt surge con la fundación, en 1923, del Instituto para la Investigación Social, en el periodo que se corresponde con la República de Weimar tras la derrota de Alemania al término de la Primera Guerra Mundial y se extendió entre los años 1919 y 1933, cuando Hitler aprovecha de la gran crisis económica y el descontento social para imponer en Alemania el totalitarismo nazi. A este período lo conocemos como el Tercer Reich.. Entre las ideas delirantes de Hitler y sus seguidores nazis se encontraba la de la defensa de raza aria frente a las razas inferiores. Con el fin de dar una “solución final” al “problema judío” deciden exterminarlos en esas fábricas de horror y muerte en las que se convertirán los campos de exterminio: Dachau, Mauthausen, Auschwitz-Birkenau. En ellos fueron torturados y masacrados judíos, eslavos, disidentes de todas clases y prisioneros de guerra (entre ellos republicanos españoles en Mauthausen), todos ellos considerados “enemigos del Estado.” Entre dichos “enemigos” se encontraban los frankfurtianos, quienes hubieron de exiliarse en el mejor de los casos. Al mismo tiempo,  el afán expansionista de Hitler desencadena la Segunda Guerra Mundial en 1939.
 
    Tras la derrota de Alemania y sus aliados en 1945, el mundo se polariza en dos grandes bloques: los EE.UU. y sus aliados y la URSS y sus aliados. Capitalismo y Comunismo se enfrentan en un clima no abiertamente bélico por la hegemonía. Son los años de la guerra fría.
    Tras la derrota de Alemania y sus aliados en 1945, el mundo se polariza en dos grandes bloques: los EE.UU. y sus aliados y la URSS y sus aliados. Capitalismo y Comunismo se enfrentan en un clima no abiertamente bélico por la hegemonía. Son los años de la guerra fría.
  También en los años veinte y treinta se endurece el comunismo en Rusia y en las Repúblicas Soviéticas bajo el mando de Stalin, y pasa a convertirse en auténtica dictadura del terror. Radicalizando las tendencias autoritarias presentes entre los bolcheviques desde la Revolución Rusa de 1917. Stalin anuló todas las libertades, reprimió todo signo de pluralismo y aterrorizó a la población instaurando un régimen policial. Dispuesto a eliminar no sólo a los discrepantes o sospechosos, sino a todo aquel que pudiera poseer algún prestigio o influencia propia, lanzó sucesivas purgas contra sus compañeros comunistas, que diezmaron el partido, eliminando a la plana mayor de la Revolución.
    No debemos olvidar el Fascismo italiano de Mussolini, quien accede al poder en 1922, populista, represivo, policial, en definitiva: otro sistema totalitario como dos anteriormente mencionados. 
    A partir de 1960 las dos potencias comienzan a dar pasos para suavizar el conflicto, y la guerra fría va dando paso a un intento de coexistencia pacífica. El comunismo ruso adopta posiciones menos combativas (en parte, a consecuencia del auge de China). Algunos partidos socialistas occidentales moderan igualmente sus tesis y derivan hacia la social-democracia.
    La sociedad europea asume el neocapitalismo que supone una nueva consolidación de la burguesía, a costa, sin embargo, de concesiones a los trabajadores: mejoras salariales y de las condiciones de trabajo, seguridad social, etc. Estamos en el llamado Estado de Bienestar y en la sociedad de consumo. Pero la indudable prosperidad material aparecerá pronto acompañada de un nuevo y hondo malestar ante nuevas formas de alienación: la presión de la publicidad que impulsa a consumir más y por ello obliga a trabajar más; la degradación de la calidad de la vida: malestar vital, contaminación, degradación ambiental...
Como respuesta a este “malestar en la cultura” (parafraseando a Freud), surgen nuevos movimientos de izquierda revolucionarios que intentan despertar la conciencia de las masas “adormecidas” por la sociedad de consumo y replantean la necesidad de una revolución total. Tal es el caso de Francia, el Mayo del 68, en el que estudiantes y trabajadores se alían para luchar contra el capitalismo.  Estos sucesos se extendieron por la República Federal Alemana, Estados Unidos o Checoslovaquia (Primavera de Praga) España, México, Uruguay… Todo este hervidero revolucionario fue apoyado por los frankfurtianos y no se explicaría sin la rebelión del Movimiento de Libre expresión (Free Speech Movement) de la Universidad de Berkeley (1964), cuyo teórico era Herbert Marcuse.